Sin descartar lo extraterrestre, porque todo es atendible, la evolución del armamento secreto creado por el hombre también constituye otra posibilidad”, aseguró Javier Stagnaro.Por SEBASTIAN ARANGUREN
Ovni de la II Guerra Mundial |
Así lo entiende el investigador en fenómenos ovni Javier Stagnaro quien desde hace más de quince años empezó a ahondar sobre los ovnis terrestres, a modo de un abordaje distinto de la fenomenología ufológica que, incluso, se convirtió en tema de estudio que marchó en paralelo, pero en un segundo plano, con la evolución alcanzada por los platos voladores procedentes del universo profundo.
Munido de abundante documentación y bibliografía, Stagnaro sostuvo que la teoría en torno al ovni terrestre “no pierde vigencia” y si bien su postura no pasa por desacreditar respecto al fenómeno su ligazón con lo extraterrestre, asegura que “atender a la posibilidad de armas secretas” para comprender también los misterios que surcan los cielos, “configura en todo caso otra vertiente”.
En diálogo con Expedientes Secretos, Stagnaro detalló que frente a la dicotomía ovni terrestre o extraterrestre su posición es abierta. “Yo no estoy casado con la teoría que expongo sino que la considero como una vertiente más -aseveró- porque hasta aquí mis estudios e investigaciones me han demostrado que no hay una única posibilidad”.
“No cabe la menor duda que se trata de un tema sumamente complejo” señaló el investigador para quien “si lo tomamos por el lado de entender ciertos ovnis como armas secretas, es obvio que por esa condición secreta ningún gobierno del mundo se haría cargo de esa creación”.
¿Y las entidades?
Platillo Nazi |
Esta teoría, aun cuando otros ufólogos plantean un cambio de paradigma del fenómeno ovni, abre las puertas a la posibilidad que los extraños objetos voladores que surcan el cielo sean también armas disuasivas o para el espionaje confeccionadas por el hombre bajo la más cerrada confidencialidad gubernamental y con presupuestos identificados con nombres en clave o que aparecen divididos en varios subprogramas.
“Hay mucho gasto armamentístico pero también muchas de esas erogaciones se ocultan y realmente no creo -afirmó el investigador- que una potencia reconozca sus avances en ese terreno y si lo hace, seguramente lo que muestre -enfatizó- es un modelo que ya ha quedado a la retranca respecto a otro puesto en circulación”.
Sin embargo, el tema cobra nueva connotación cuando a este abordaje del fenómeno ovni se le añade otra de sus aristas: el misterio de las naves también involucra en muchos casos la presencia de entidades como la que tantos miles de víctimas han dado testimonio.
“Ese es otro punto interesante porque si hablamos de una tecnología terrestre superior, lo que las víctimas de una determinada situación padecen frente a un caso ovni -explicó- bien puede ser la derivación de una preparación también superior de los tripulantes, por caso, de una de esas naves”.
El concepto de Stagnaro es el siguiente: un testigo “es abducido” en el marco de una situación en la cual “ve luces, escucha sonidos y reconoce un mensaje telepático que le formula una entidad de aspecto no humano”.
En ese punto, el investigador considera que esas presencias “bien puede ser tripulantes de las naves en cuestión reclutados por su habilidades en técnicas paranormales” con las cuales, por ejemplo, están en capacidad de “crear en la mente del testigo la ilusión que eso que está viendo no es terrestre”.
Made in Tierra
Según Stagnaro, quienes han vivenciado una situación de abducción, coinciden en su relato en los sonidos que escuchan y en las luces misteriosas que acompañan los movimientos de las entidades que se les presentan. “En todo caso -puntualizó el ufólogo- luces, colores y sonidos son herramientas utilizadas para la hipnosis o crear sugestión”.
Aunque insistió en que el ovni extraterrestre conforma también un perfil de investigación al que no hay que descartar, Stagnaro refirió en este sentido a una duda que planteó en su momento Joseph Alan Hainek, considerado un prócer de la ufología.
Hainek, a quien el gobierno de Estados Unidos contrató para que participara en el “Libro Azul”, manifestó en una oportunidad un concepto que Stagnaro mantiene vivo: “los ovnis no parecen extraterrestres”.
Hainek observó, según relató el investigador, que los ovnis se veían con mucha frecuencia en la Tierra y que además también reflejaban una amplia variedad de modelos que bien permitía suponer que esas misteriosas naves “tranquilamente podían haber sido construidas acá”.
La apertura de archivos y la desclasificación de documentos podrán significar que el misterio de los ovnis terrestres algún día vea descorrer el velo que lo envuelve desde la segunda mitad del siglo XX, dado que es motivo de estudio de distintos investigadores que plantean un desafío para entender mejor los interrogantes del fenómeno UFO en su conjunto.
A todo esto Stagnaro no desdeña profundizar sobre casos ovnilógicos y mientras tanto continúa auscultando en torno al desafío de echar luz sobre la teoría de las armas ultrasecretas como una latente y no menos enigmática posibilidad ufológica.
Un enigma que nace con el Tercer Reich
La historia del ovni concebido como arma secreta se remonta a la Segunda Guerra Mundial, con los avances que científicos del Tercer Reich habían logrado en materia de vuelos discoidales, como una herramienta más para aplicar tras su propósito de ganar la contienda bélica, primero, y conquistar después al mundo.
Esta teoría tiene tres grandes cultures que fueron el italiano Roberto Vesco, autor en los años 70 del libro “Interceptadlos sin disparar”, el diplomático chileno Miguel Serrano, y el investigador argentino Héctor Pico.
Serrano fue el primer autor en profundizar sobre los aparatos voladores en forma de disco que los alemanes, con el visto bueno de Adolf Hitler, crearon como arma secreta. Sin embargo, Serrano iba a experimentar un giro crucial hacia 1978, cuando empezó a incursionar en el hitlerismo esotérico y mezclar la propuesta científica con propaganda a favor del nacionalsocialismo.
En esa línea del hitlerismo esotérico, Serrano publicó el libro “Los ovnis de Hitler contra el orden mundial” pero a mediados de los 80, Pico le dio una vuelta al tema abierto por el chileno y lo reinstaló como objeto de investigación, en especial al dar cuenta de una ilustración del manual técnico de la Militarisches Taschenlexicon germana en el cual aparece el diseño de una aeronave con forma de plato volador.
Los científicos nazis habían alcanzado respecto a los vuelos discoidales un alto grado de desarrollo y la hipótesis que sostienen los investigadores es que tras la derrota de Hitler las fuerzas aliadas, a la postre las potencias que controlarían el mundo, se quedaron con toda esa tecnología en ciernes a modo de botín de guerra.
Curiosamente, platos voladores aparecen después de la II Guerra
A pesar de haber sido reacio en su momento a esta teoría, Javier Stagnaro hoy la defiende como una posibilidad más para barajar en el fenómeno ovni, sobre todo al considerar que la ciencia terrestre alcanzó de la mano de los científicos alemanes un grado importante de desarrollo que después quedó como legado en manos de sus vencedores.
La hipótesis sostenida por Stagnaro destaca, por ejemplo, que la aparición en escena de los platos voladores tiene lugar a partir de 1947, es decir a poco más de dos años de culminada la Segunda Guerra Mundial y con una serie de episodios que tienen lugar cerca de bases militares.
Así, Stagnaro refirió a las nueves misteriosas naves que el 24 de junio de 1947 avistó el piloto de la agencia forestal Kenneth Arnold en las inmediaciones de monte Rainier, en Estados Unidos, y no serían otra cosa que los prototipos de aviones en “V” y sin cola disponibles en la base aérea cercana.
Por otra parte, el episodio Roswell para este investigador pudo tener que ver con el accidente sufrido por una de esas aeronaves de fabricación clasificada, en un hecho al que las autoridades militares estadounidenses “plantaron” posteriormente pruebas e indicios destinados a vincularlo con lo extraterrestre.
También en el 47, señaló Stagnaro, el gobierno de Estados Unidos envió una misión a la Antártida al mando del almirante Richard Byrd, con el supuesto objetivo de cartografiar la zona. Sin embargo la expedición denominada “Hielo Profundo” sumó 13 buques de distinto tipo y 4.000 efectivos, demasiado para realizar un simple relevamiento topográfico.
En esa ocasión, la fuerza estadounidense fue atacada por aviones de formato circular, de origen supuestamente alemán, que se encontraban ocultos en bases ultrasecretas que los nazis habían armado en los hielos antárticos, las que habían sido, en realidad, el objetivo central de la misión encomendada a Byrd quien nueve años después repitió la experiencia.